sábado, 20 de septiembre de 2008

SE MURIO EL ÑOÑO

La noticia me vino de golpe. De los compañeros de colegio que nos conocemos de la primaria, ultimamente no nos vemos con casi nadie. Y los pocos que nos conectamos apenas nos mandamos un mensajito cada dos meses.
Este pibe (ya no tan pibe) se llamaba Hernan Diaz. Fue protagonista de mi decadencia como niño prodigio e inteligente al empezar sexto grado en el Lourdes de Mariano Acosta. Y fue uno de los tantos que me hizo la vida imposible, moretones que tenía que disimular en casa incluídos.
Pero el tiempo sana mucho las heridas. Y todo lo que alguna vez hiciste vuelve, sea bueno o malo. Hernan siguio en su tesitura de rebeldón, no tenía ningún familiar directo que lo contenga (cuando lo conocí, había perdido hace poco a la mamá), se dejó el pelo largo, no siguió la secundaria con nosotros y le entró a dar a la falopa. Eso fue lo que lo mató.
Cuando iba a la primaria y un poco en los primeros años de la secundaria la cosa era así. O estabas con los hinchapelotas que molestaban a los más débiles o eras de los más débiles. Yo siempre fui del último grupo. Hasta que todos empezamos a crecer. Y el viaje de ida fue inevitable.
Y como Hernán, la mayoría de esos seres indeseables terminaron enfrentándose al mundo de la peor manera. Y muchos de sus chupamedias terminaron saliendo a tiempo de ahí y tuvieron su oportunidad de resarcirse.
Uno terminó en cana por estafar a un comerciante y todavía está guardado. Otro trabajando de pinche en un corralón de materiales. Otro surcando los 40 y todavía intentando entrar en la cuarta de Boca. Algun otro perseguido por su ex pareja para que se haga cargo de los pibes...
Y uno se queja de lleno.
No te voy a negar que me puse mal cuando mi amigo me mandó ese mensaje diciendo "murió el Ñoño, lo velan en Marcos Paz". Pero eso demuestra que todos crecemos.
Aunque otros ni ganas tenían.

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