martes, 30 de septiembre de 2008

IDOLOS NO. REFERENTES.


Ayer estaba operando un programa donde hablaban de las tonteras que uno hace por estar mas cerca de su idolo, ya sea musical o futbolistico o artistico. Yo participé sin salir al aire diciendo que nunca tuve idolos, pero si referentes. Gente que me inspiró a ser lo que soy ahora en materia radial, como Lalo Mir, Cacho Fontana, Pancho Ibañez...
Pero después me quedé pensando cuando estos chicos del programa enumeraban todas las estupideces que puede llegar a ser un fan para sentirse más cerca de su ídolo. Cosas realmente insoportables, como estar parado en la puerta de un hotel y dejarse llevar por rumores muy graciosos como de a qué hora va al baño.
¿En qué me quedé pensando? En que yo muchas veces fui un fan de la gente con la que tuve afecto. Amigas, amigas muy amigas, amigas intimas, novias, algo parecido a novias.
Me sentí así cuando conocí personalmente a alguien después de sabernos las vidas propias durante mucho. No sabía cómo reaccionar. Era como que ella era una rockstar y yo un groupie pero sin nada de sexo. Fue horrible, sin atisbos de una segunda vuelta mas tranquila.
Ahí fue como que me cayeron todas las fichas juntas. No puedo ser menos importante con alguien que no se si es tan importante como me creí durante tanto tiempo. Tantas veces que prediqué lo de "se vos, no la pareja de...", que no copies si no que crees... lo que puede hacer un par de caiditas de ojos. Qué vergüenza. Ya está, ya está.
Ahí está la diferencia entre el ídolo y el referente. Entre el fanatismo y la admiración. Entre el ser y el parecer. Entre el estar y el codearse. Entre que te observen y que te miren. Entre que te necesiten siempre o cada tanto.
Mirá la vida que te estás perdiendo de vivir. Justo la tuya.

sábado, 20 de septiembre de 2008

SE MURIO EL ÑOÑO

La noticia me vino de golpe. De los compañeros de colegio que nos conocemos de la primaria, ultimamente no nos vemos con casi nadie. Y los pocos que nos conectamos apenas nos mandamos un mensajito cada dos meses.
Este pibe (ya no tan pibe) se llamaba Hernan Diaz. Fue protagonista de mi decadencia como niño prodigio e inteligente al empezar sexto grado en el Lourdes de Mariano Acosta. Y fue uno de los tantos que me hizo la vida imposible, moretones que tenía que disimular en casa incluídos.
Pero el tiempo sana mucho las heridas. Y todo lo que alguna vez hiciste vuelve, sea bueno o malo. Hernan siguio en su tesitura de rebeldón, no tenía ningún familiar directo que lo contenga (cuando lo conocí, había perdido hace poco a la mamá), se dejó el pelo largo, no siguió la secundaria con nosotros y le entró a dar a la falopa. Eso fue lo que lo mató.
Cuando iba a la primaria y un poco en los primeros años de la secundaria la cosa era así. O estabas con los hinchapelotas que molestaban a los más débiles o eras de los más débiles. Yo siempre fui del último grupo. Hasta que todos empezamos a crecer. Y el viaje de ida fue inevitable.
Y como Hernán, la mayoría de esos seres indeseables terminaron enfrentándose al mundo de la peor manera. Y muchos de sus chupamedias terminaron saliendo a tiempo de ahí y tuvieron su oportunidad de resarcirse.
Uno terminó en cana por estafar a un comerciante y todavía está guardado. Otro trabajando de pinche en un corralón de materiales. Otro surcando los 40 y todavía intentando entrar en la cuarta de Boca. Algun otro perseguido por su ex pareja para que se haga cargo de los pibes...
Y uno se queja de lleno.
No te voy a negar que me puse mal cuando mi amigo me mandó ese mensaje diciendo "murió el Ñoño, lo velan en Marcos Paz". Pero eso demuestra que todos crecemos.
Aunque otros ni ganas tenían.